sábado, 3 de diciembre de 2011

Moneda

  Una moneda se despega reluciente del molde en donde fue fraguada. El prócer que habita una de sus caras renace. Abandona la habitación junto a otras, de cabeza. En el banco central espera, pasados los días y es dada a un anciano que la mira tenue y temblorosamente. En la farmacia es tomada por la cajera, luego el chico del delivery la agarra y recorre rápidamente las calles de Liliput hasta que desprevenida cae a la orilla de la vereda. Meses de angustia la invaden, meses de lodo, de sol y de lluvia. Un niño la recoge ya no tan reluciente, entre sus dos manos.  En el quiosco compra figuritas y caramelos. Más tarde se convierte en el vuelto de un joven. Es de noche, el muchacho y su novia se acarician en el borde de una fuente. Él jura algo en voz alta y ella sonríe ruborizada. La moneda se ahoga en las circulares aguas. El prócer se ilumina de orgullo. Nuevamente, ha muerto de manera digna.  

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